Ahorro e Inversión

Vendedora ambulante invierte $200 y nos confiesa cómo logró construir enorme casa en Edomex

¿Qué se necesita para adquirir una vivienda? Laura Miraflores logró ahorrar de esta forma para conseguirla

Conoce la historia de la mujer que superó todas las pruebas tras quedarse sin dinero. (Foto: Redes sociales)
13/10/2023 |14:51
Javier Ramírez
Editor web en El UniversalVer perfil

Laura Miraflores es una vendedora ambulante de la Ciudad de México que logró construir su casa en el ‘año de la pandemia’, empezando con los únicos que tenía en la bolsa, y con lo cual se convirtió en una influencer en TikTok.

Lo anterior luego de que ella debió parar sus actividades normales porque no eran esenciales en la emergencia sanitaria y de que su esposo fuera despedido del trabajo.

En , ella recuerda que ese día ella quedó en shock y no planeaba nada, pero sí quería una cosa: dejar de sentir esa asfixia envolvente de todos los días porque la dueña del cuarto que rentaba con su familia en Iztapalapa ya los había corrido.

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Laura Miraflores nunca pensó que una mala racha la impulsaría hacia donde nunca imaginó.

Todo por comentarle que en el techo había una grieta que en tiempos de lluvia se volvía cascada.

El primer trimestre del 2020 Laura lo pasó de una manera apocalíptica, con el agua amenazando su sueño, con la plaga roedora infestando los pocos metros en los que estaba y en los que no vivía.

Sin trabajo, sin dinero, con el pago de la renta pendiente de una vivienda de la cual ya tenían un pie fuera, a la mujer de 42 años y su marido José Gabriel les atormentaba más una cosa: había dos hijos, con necesidades y sueños.

Los meses que siguieron parecen inexplicables, arreció y se replegó la calamidad: en mayo Laura tuvo que ser operada de una hernia e intervenida para retirarle una parte de intestino, por lo que estuvo muy delicada y al borde de la muerte, pues padece diabetes y tiroides, pero las circunstancias en las que se encontraba su economía ya no eran las de antes.

La mujer nos comparte cómo fue el proceso de construcción.

Así comienza la inversión

Habían pasado varias semanas antes cuando le informaron que su puesto de bisutería y ropa ya no estaba permitido por las medidas sanitarias ante el Covid-19, en la época en la que en TV, redes sociales y megáfonos se repetía al por mayor el “Quédate en casa”, “Mantén sana distancia”.

La noticia le provocó un escalofrío en todo el cuerpo, pues acababa de invertir en producto y solo se había quedado con 200 pesos, para la comida de la familia. No había más, ni para la renta de 2 mil 500 de la señora insensible, ni para conseguir otro lugar en dónde vivir.

Ella, una mujer que como muchas vive al día, pero también una mujer que sabe de negocios, de ganancias y de pérdidas, y sobre todo de adaptabilidad, decidió tomar ese dinero y compró cubrebocas para revenderlos después.

Ese día, sin imaginarlo, tomó una importante decisión pero la vida le dio un susto: horas después su esposo se quedó sin trabajo y ella sintió que no lo iba a lograr, que la miseria ahora sí se los comería vivos a todos.

Fue cuestión de que llegara el otro día. De las ganancias de las mascarillas salió para dos cosas: comer y volver a invertir. Y esa fue su vida durante semanas hasta que llegó un amigo zapatero de José Gabriel a proponerle a la familia que fabricara los cubrebocas de tela y así saliera más barata la inversión.

A ella le parecía una idea arriesgada pues en ese momento solo tenía 600 pesos, y tras una discusión y reflexión con su esposo, decidió aventurarse.

Así empezó el ahorro

Pasaron los días y ya hasta calcetines vendía con sus conocidos más cercanos y vía Whatsapp, pues el objetivo era generar ingresos con lo que se pudiera. Un día que fue por un pedido de tines, compró telas.

Laura recuerda bien ese instante, “pasó por mi mente, lo vamos a fabricar, así sea a mano, y se va a vender”. Y sí, lo logró haciendo equipo con aquel amigo, su esposo y sus hijos.

“Mi suegra me dijo un día que ahorrara todas las monedas de 5 y de 10 pesos, y eso hice. Junté un bote de leche lleno de moneditas”.

En ese tiempo, “llegué a vender duraznos en almíbar, los compraba en 20 y los daba en 35”, confiesa. Desde Iztapalapa se trasladaba a Villas de Aragón, Salto del Agua o donde fuera necesario para ganar aunque sea unos pesos, nunca despreciables.

Llegó mayo y la operaron, y fue como si su vida hubiera cambiado de ciclo otra vez mientras se recuperaba.

Había un señor, a quien el esposo de Laura ayudaba, que les regalaba fruta y verdura “de la que ya se estaba pasando”, pero al final de cuentas, bien escogidita, era comestible.

Llegó a ser tanta que el refrigerador estaba lleno de ella, por lo que empezó a regalar una parte a personas que la necesitaban.

Su proyecto fue tomando forma gracias al apoyo de su familia.

Así pidió un préstamo

Julio de 2020 fue el mes de las decisiones que le cambiaron la vida para siempre: con todo y el miedo encima, pidió un préstamo al banco de 25 mil pesos. “En ese entonces yo sentía que uy, 25 mil pesos eran millones”.

En 2018, ella y su esposo compraron un terreno en pagos en Ayotzingo, Estado de México, convencidos de que en algunos años iban a poder construir un patrimonio para sus hijos Fátima Giovanna y Axel Iván, hoy ambos universitarios de 21 y 23 años de edad.

Habían pasado dos años y no habían logrado nada, ni siquiera tenía malla o barda, por eso era poca la esperanza.

Pero cuando tuvo esos 25 mil pesos en las manos, su instrucción fue determinante. “Le dije a mi esposo, consíguete un albañil de manera urgente y que nos haga tres cuartos aunque sea de lámina”.

Sonó sencillo pero nunca lo fue. Aquel préstamo se le fue en ladrillos, cemento, arena, grava y mortero. Lo demás, láminas, varillas, cables y material de construcción, lo pagó con los ahorros que ya tenía y lo que fue generando sobre la marcha, con su trabajo de vendedora ambulante.

“Yo sí te lo puedo decir, yo llegaba a la casa y lloraba, y decía, Dios, todavía no terminamos de construir, y nos falta esto”, comenta mientras evoca con su tono de voz aquella desesperación.

Pasan unos segundos y la tranquilidad vuelve a sus palabras: “Al otro día encontraba la solución y yo vendía, así que yo tenía que sacar al albañil mil 500 a la semana, más aparte los gastos de mi familia… mi esposo proveía con fruta, me daba 50 pesos que en ese entonces yo decía pues muy buenos, mis hijos tuvieron que aprender a comer pura sopita, huevito, porque es lo único que tenemos, y aprendimos a vivir con eso”.

Ahora vive más feliz y tranquila en algo que es suyo.

Laura dejó de manufacturar cubrebocas porque empezaron a encarecerse los procesos, por lo que volvió a vender los que ya estaban hechos, así como ropa, cigarros y demás productos.

“Trabajábamos de las 6 de la mañana hasta la 1 de la mañana, diario. Esta casa tiene la mano de Dios, la terminamos ¿cómo?, no lo sé”, afirma, pues el albañil empezó a robarle y a venderle su propio material. “La gente de Ayotzingo nos ayudó a techar, entre todos, no nos cobraron nada”, revela.

La mudanza y el nacimiento de una influencer en TikTok

Era el lunes 21 de diciembre de 2020 y Laura Miraflores y su familia pasaban la primera noche en la que será su casa por el resto de su vida. Los acompañaban dos perros, Dingo y Nicolás, pero actualmente ya son 4, pues hace meses adoptaron a Blacky y a Cuquis.

“A esta casa le falta mucho, yo visualizo mi casa toda repellada, con cristal en el baño, con loseta, déjame que te diga que el diseño fue mío, de Pinterest agarré ideas”, cuenta.

“Prometí hacer un nicho y meter a mi Virgen de Guadalupe, a mi señor, a mi Diosito, y a mi madrecita en ese nicho, que cuando yo salga diga Diosito ya llegué, Diosito ya me voy”.

Por sus ventas de ropa vía Whatsapp, se vio en la necesidad de grabar clips de sus productos, por lo que sus hijos le propusieron bajar la app de TikTok ya que es más ligera por su formato especializado en video.

“Un día cuando tenía 4 seguidores, no hace mucho, me quedé solita, agarré, dije voy a grabar un video, ya mi casa estaba limpia, y se me ocurrió. Que me pongo a grabar, es mi casa y está limpia, que vea la gente que tener una casa humilde no tiene que estar sucia”.

Laura se encargó de explicar en varias grabaciones lo que le pasó: construyó su casa en plena pandemia, en menos de un año, vendiendo en la calle.

Nunca esperó que 5 millones de personas verían aquellas escenas ni que cientos de ellas la convirtieran en todo un estandarte de inspiración y fortaleza, posicionándola como una verdadera influencer de una de las redes sociales más exitosas en el mundo.

En un par de días su caso se viralizó desde Estados Unidos hasta la Argentina y sumó más de 70 mil seguidores.

Los comentarios que recibe todos los días rebasan lo conmovedor: “Ahora sé que yo puedo tener una casa”, “Me diste ánimos para seguir luchando por tener algo mío”, “Eres mi motivación para hacerlo para mi familia”.

“Nuestra mente es bien poderosa, no hay imposibles, querer es poder, así tengas que vender chicles, gelatinas, churros. Ponte esa meta y lo tienes que hacer”, les dice, a través de DeDinero.

“Hay días buenos, hay días malos, pero tienes que decir voy a terminar lo que empecé. Vale la pena porque te reconforta llegar a tu casa, encuentras tu estabilidad, tu tranquilidad, te sientas en el sillón, disfrutas el café con tu familia. Este hogar yo lo veo como una bendición”.

Hace una anotación especial: “Gracias a TikTok, Whatsapp, Facebook e Instagram”, pues por esas aplicaciones conoció nuevas experiencias.

Ella empodera a otras personas y las alienta a luchar por sus sueños de tener una casa propia.

La luz de un nuevo Sol

Hija de un zapatero y una comerciante que en paz descanse, sabe muy bien quién es, “emprendedora, trabajadora, madre de familia, ejemplo de humildad y de valor”, “no le tengo miedo a la humildad”, “yo si vendo como, si no vendo yo no como, yo voy al día”.

También sabe que su mamá, fallecida en el sismo del 2017, estará orgullosa cuando inaugure su boutique o una salchichonería, “toda mi vida ese ha sido mi sueño, donde no sufra fríos, aire, polvos, calorón”.

Su esposo, desde hace muchos meses, encontró una nueva ocupación en la remodelación y mantenimiento de casas, y su hijo pudo continuar con tranquilidad sus estudios de ingeniería en software. Su hija quiere ser chef.

Hoy, Laura le agradece a aquella señora por haberla corrido, porque de lo contrario hoy no estaría en ese lugar que hace un par de años parecía impensable.