El fin de semana asistí a una fiesta de Halloween con varios amigos y conocidos, y la charla pasó de temas superfluos a algo súper profundo que hoy te quiero exponer: entre los de mi generación (los que tenemos 30 años) está más que claro que nuestros padres y abuelos, con menos dinero, lograban hacer mucho más. ¿Por qué parecía que antes se podían comprar terrenos, propiedades e incluso vivir cómodamente con un solo ingreso?
Hoy, para muchos jóvenes y familias, la idea de comprar un terreno o una casa se ha convertido en un sueño lejano. Este fenómeno no es solo una percepción; existen factores económicos y sociales que han modificado considerablemente el poder adquisitivo de las personas a lo largo del tiempo.
Hoy, tú y yo exploraremos las razones por las que el dinero rendía más en el pasado y por qué ahora enfrentamos un escenario económico mucho más desafiante.
La inflación es uno de los principales factores que afectan el valor del dinero con el tiempo. En términos simples, la inflación se refiere al aumento generalizado de los precios de bienes y servicios.
Esto significa que, con el tiempo, el dinero pierde valor. A principios del siglo XX, los niveles de inflación eran mucho menores comparados con los que vivimos hoy.
Esto permitió que generaciones pasadas pudieran adquirir bienes duraderos y propiedades sin preocuparse por un alza constante de precios.
En México, por ejemplo, la inflación ha tenido períodos de altos picos, especialmente durante las décadas de los 80 y 90. Estos niveles altos de inflación han hecho que el dinero de aquella época se deprecie drásticamente, afectando el poder adquisitivo actual de los salarios.
Otro factor que explica esta diferencia es el estancamiento salarial. Aunque los precios han subido, los sueldos no han crecido al mismo ritmo. En la década de los 60 y 70, el salario mínimo en México tenía un poder adquisitivo considerablemente mayor al actual.
Hoy en día, muchas personas se encuentran trabajando en empleos que no les permiten ahorrar ni invertir en bienes como propiedades.
Además, el trabajo en sectores con salarios bajos ha crecido, mientras que los empleos en sectores mejor pagados no han crecido al mismo ritmo. Esto deja a una gran parte de la población en una situación de vulnerabilidad financiera, donde el sueño de adquirir una propiedad es inalcanzable.
La demanda de terrenos y viviendas ha crecido fuerte en las últimas décadas, especialmente en áreas urbanas. En tiempos pasados, el precio de la tierra era mucho más accesible y existía mayor disponibilidad de terrenos.
Hoy en día, las zonas urbanas tienen precios elevados y la cantidad de terrenos disponibles es limitada, lo que hace que adquirir una propiedad en estas áreas sea prácticamente imposible para muchas personas.
Este aumento de precios no es solo resultado de la demanda, sino también de factores como la especulación inmobiliaria, donde inversionistas compran propiedades solo para obtener ganancias, aumentando artificialmente el valor de los bienes raíces y limitando el acceso de las personas a propiedades asequibles.
Es importante también señalar que el estilo de vida y las prioridades han cambiado. Las generaciones pasadas enfocaban sus ingresos en necesidades básicas, y en muchos casos, había menos gastos en entretenimiento, tecnología y otros servicios que hoy consideramos esenciales.
Hoy en día, muchas personas dedican una buena parte de su ingreso a suscripciones, tecnología y actividades recreativas, lo que deja menos margen para ahorrar o invertir.
A esto se suma el endeudamiento creciente. Muchas personas tienen deudas relacionadas con tarjetas de crédito, préstamos estudiantiles y otros gastos de consumo que afectan su capacidad de ahorro e inversión.
Las generaciones anteriores tenían una menor inclinación a endeudarse y, en cambio, preferían ahorrar para compras importantes, como terrenos o propiedades.
Antes, el crédito y los préstamos hipotecarios eran más accesibles y con mejores condiciones. Las generaciones anteriores podían acceder a financiamientos a tasas relativamente bajas y con menos requisitos. Sin embargo, con el tiempo, los términos de crédito han cambiado.
Hoy en día los bancos exigen mayores ingresos, historial crediticio impecable y garantías adicionales. Esto ha hecho que muchas personas jóvenes y familias no puedan acceder a un préstamo para adquirir una propiedad.
Además, con la constante fluctuación económica, los bancos han adoptado una postura conservadora, incrementando las tasas de interés y endureciendo los requisitos. Esto representa un obstáculo importante para quienes desean comprar una propiedad y no cuentan con el capital necesario para hacerlo de manera directa.
La globalización ha permitido que el capital se concentre en sectores específicos, lo que ha contribuido a una mayor desigualdad en la distribución de la riqueza. Empresas tecnológicas y financieras, por ejemplo, han crecido exponencialmente, mientras que sectores tradicionales han perdido su dinamismo.
Esto ha generado empleos de alto nivel bien remunerados para algunos, pero también ha creado una brecha con empleos menos calificados, dificultando que un mayor porcentaje de la población pueda adquirir bienes como terrenos.
Además, el auge de la economía digital ha transformado el mercado laboral y ha creado nuevas demandas y desafíos para quienes buscan estabilidad financiera a largo plazo.
Por último, el cambio en la cultura de consumo ha tenido un impacto considerable. Anteriormente, el consumo estaba basado en necesidades y en una mentalidad de ahorro. Hoy en día, las campañas de marketing y la constante exposición a productos y servicios han impulsado un consumo acelerado.
Lo anterior va dejando a muchos con poco margen para ahorrar. Este patrón de gasto limita las posibilidades de inversión en bienes de alto valor, como terrenos o viviendas.
Entonces, si bien es cierto que factores como la inflación, el estancamiento salarial, el aumento en los costos de vivienda, el cambio en los estilos de vida y la cultura del consumo han dificultado que las nuevas generaciones adquieran propiedades, también es cierto que cada época presenta sus propios desafíos. Hoy en día, existen oportunidades para quienes desean invertir y construir un patrimonio, aunque los caminos son diferentes y, en muchos casos, requieren de una educación financiera adecuada, planificación a largo plazo y adaptabilidad.