¿Recuerdas la escena de la película Nosotros los Nobles, en donde Barba Noble y su novio le dicen a su papá que se van a casar y que necesita el fideicomiso que le dejó su mamá para poder tomar unas vacaciones?
Es por ello que en esta ocasión en DeDinero, te explicaremos qué son los fideicomisos, cómo funcionan y quién puede utilizarlos.
De acuerdo con la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), el fideicomiso es un contrato mediante el cual una persona física o moral transfiere la titularidad de ciertos bienes o derechos a una institución fiduciaria (entidad financiera encargada de administrar bienes), para que los administre en beneficio de un tercero.
Frecuentemente, esta herramienta es utilizada para la planificación patrimonial, la protección de activos o la administración de herencias.
La Condusef explica que existen diversos tipos de fideicomiso, de los cuales estos son los más comunes:
Testamentario: Se crea mediante un testamento y entra en vigor tras la muerte de la persona.
De administración: El propósito es transmitir al fiduciario determinados bienes y derechos para que éste los conserve, custodie, administre y transmita a su favor o al de un tercero.
De inversión: La persona física y moral otorga recursos o valores para que quien administre el dinero los utilice en operaciones económicas, con el fin de adquirir un beneficio monetario.
En vida o inter vivos: Se erige e implementa durante la vida del fideicomitente.
Revocable: El fideicomitente puede cambiar o cancelar el fideicomiso en cualquier momento.
Irrevocable: Este no se puede modificar ni cancelar después de su creación sin el consentimiento del fideicomisario.
En México, este contrato puede ser utilizado por personas con capacidad para transmitir la propiedad de los bienes o derechos involucrados. También pueden hacerlo las autoridades judiciales o administrativas competentes.
De acuerdo con el gobierno mexicano, estos son los pasos a seguir para crear un fideicomiso:
Determinar cuál es la finalidad que se desea realizar y seleccionar los bienes de los que se desea disponer para lograrlo.
Seleccionar quién será el beneficiario.
Elegir una institución financiera para que se encargue de la administración y pactar con la misma las condiciones de la administración.
Se debe tomar en cuenta que el fiduciario cobrará una remuneración por esta gestión, por lo cual es necesario tener una previsión de fondos para cumplir con el pago oportunamente.
Definir el periodo de duración, recordando siempre las limitaciones de las duraciones estipuladas.
Solicitar el contrato a la institución financiera.
Las condiciones del contrato deberán ser sopesadas y discutidas; una vez que esto suceda, es necesario reunirse con la institución financiera para su firma, y cuando sea el caso, ante fedatario público.